El valor pedagógico de la prensa
La cátedra más popular, la enseñanza más ágil y viviente, la que alcanza a todos y llega a todos los rincones es la que encierra la prensa. Más que la Escuela, más que la Universidad, más que el Club o la tribuna callejera, los diarios son orientadores de espíritus, propagandistas de ideas, expositores de hechos, vulgarizadores de doctrinas. Por eso el pueblo tiene en el diario la cátedra que todos los días llega hasta los más humildes hogares estableciendo la conexión de cada célula del organismo social con el resto de vida que agita
y mueve al mundo.
Este valor de la prensa toma un carácter más radical por el hecho de que en nuestro medio, por razones económicas a veces, por idiosincrasia nacional casi siempre, acostumbramos a leer un solo diario, a lo sumo dos o tres de la misma opinión.
Es muy común oír decir a las gentes, con orgullosa convicción, que a su casa no entra tal diario, o los de tal opinión política, creyendo así afianzar su fidelidad partidaria.
Ese continuo comercio con un solo diario y con las opiniones que éste sustenta cotidianamente van formando en el lector, primero un interés, luego una disposición favorable a lo que opina "su" periódico, más tarde una convicción profunda de que lo que él dice es la
única, la pura verdad.
Ya antes de leerlo, se acepta de plano su punto de vista; ya antes de esbozarse un problema, se acepta su planteamiento y su solución. Hay una identidad sorprendente entre el lector de un diario y el diario de su lectura. Este mal hábito trae la aceptación incondicional
de lo que está escrito en la página habitual y un tenaz no reconocimiento de que eso puede ser y debe ser objeto de crítica y de censura por parte de los que no opinan en la misma forma.
Es muy común adivinar, entre las gentes de mediana cultura, al oírlos opinan sobre cuestiones de actualidad política, el diario que acostumbran a leer, pues su pensamiento es una copia fiel del contenido de las columnas que leyeron.
Y en un ochenta por ciento tal vez, entre nosotros, los lectores de la prensa, tienen "su" diario.
En ellos desaparece el espíritu de crítica, las ideas propias, la independencia de criterios, en una palabra, la personalidad.
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Resulta así que la prensa toma una importancia fundamental en la vida de la sociedad al orientar la opinión de la masa popular.
Pero, y aquí está el gran peligro, ¿qué títulos autorizan a la prensa para desempeñar un fin de tanta trascendencia?
Los títulos pudieran ser muchos: la capacidad de sus dirigentes, la honradez de sus redactores, la sabiduría de los que colaboran en su obra; factores todos ellos que orientados hacia el bien contribuirían eficazmente a elevar el nivel de la cultura popular.
Pero esos títulos que pudieran ser, en la vida diaria ESTÁN MUY LEJOS DE SER.
La prensa de nuestro país está orientada hacia la defensa de sus intereses económicos, sociales, políticos, financieros. Y hacia esos fines se orienta desmintiendo la verdad, tergiversando conceptos, obscureciendo la claridad de los problemas, alimentando las bajas pasiones.
En el terreno político no se hace polémica leal ni siquiera se habla con altura. Se mistifica y se emplea la sofística a sabiendas. Existe tan poca delicadeza en la política periodística que aún se emplea la propaganda a base de versitos ilustrados con monigotes o caricaturas burdas. Nadie que busque una orientación política clara, podrá encontrarla entre la miseria moral que rija nuestra prensa.
En lo económico y financiero se busca por todos los medios la difusión del diario.
Para ello se emplea todo medio de baja estofa. La crónica novelesca del crimen o del juicio criminal; las 3 o 4 páginas dedicadas a las carreras; las otras dedicadas a los deportes, o a la vida social; los grandes títulos anunciando catástrofes y en fin todo lo que vemos todos los días en todos los diarios.
En lo social se hace política de conveniencias: las empresas capitalistas dirigentes saben defender tenazmente, sus intereses defendiendo a otras empresas capitalistas que las protegen con sus anuncios y callando todo lo que a éstas conviene callar. Por otro lado aparentan dar toda su energía a la causa de los que forman la mayoría de la sociedad: los trabajadores.
Se embrutece al pueblo alimentando sus bajas pasiones con crónicas o folletines (a veces con editoriales) que son los que aseguran la difusión del diario, a costa de lo que tanto trabajo costó sembrar en la escuela.
Ese es el cuadro de miseria moral que nos ofrece a diario la salida de la prensa cotidiana.
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Ahora bien; el deber que nos exige nuestra convicción a los que encaramos el periodismo como misión noble y sagrada es el de reaccionar contra esta prostitución de la prensa; es nuestro deber y lo cumplimos a la medida de nuestra fuerza. Fue nuestra directriz
cuando desde "El Nacional" exponíamos con altura y nobleza nuestras ideas; ha sido nuestra guía en este último año en que contra viento y marea hemos sacado ACCIÓN; o seguirá siendo en el futuro.
Como prueba de nuestra entereza moral y de nuestra acción por ella orientada está nuestra labor de más de dos años y esta labor será nuestra garantía y nuestro aliento para el futuro; para esta nueva etapa de titánica lucha que se inicia con el presente número.
JULIO CASTRO
(Diario Acción, 18 de marzo de 1933)
(Diario Acción, 18 de marzo de 1933)
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